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Con el dolor en el alma

  • Foto del escritor: Juan Grajales
    Juan Grajales
  • 24 jul 2020
  • 2 Min. de lectura

Ya no es necesario decir que cada día te extraño más, eso tú ya lo sabes, te lo cuento todas las noches, se lo susurro cada madrugada a aquella almohada que, de tener pulmones, ya se habría ahogado bajo todas las lágrimas derramadas.

No cuento los años, prefiero no hacerlo, prefiero ignorar las manecillas del reloj, prefiero dejar que el tic y el tac se sumerjan entre los ruidos cotidianos, en el día a día. No basta, no basta desentenderme del paso del tiempo, no basta con olvidar cómo contar los minutos, las horas y los días; ahora cuento las arrugas, las canas y las líneas de expresión.

Diecinueve años han pasado, diecinueve inviernos en los que mi cama se pone más fría con cada uno de ellos. Todos dicen que al dolor se lo lleva el tiempo, que al lamento se lo lleva el viento. El dolor sigue apuñalando mi pecho con la misma intensidad del primer día. El lamento continúa asaltando mis ojos en cada anochecer.

Traté de olvidarte en algún momento, escondí los recuerdos en el cajón más recóndito de mi memoria, busqué en otras bocas el calor que a mis labios les faltaba. Fui feliz por un tiempo, no lo puedo negar, pero todo lo que sube tiene que bajar…, y todo lo que empieza tiene que acabar.

Nadie entiende mi dolor, oculto mi miseria detrás de una cara amable, y sonrío, sonrío, sonrío hasta que me duele el rostro, hasta que me arden los labios, y ese ardor ya no se apaga con los besos ajenos. La vida se me escapa del cuerpo, aunque sé que de mi alma ya se había escapado desde el día en que partiste. Y contigo murió todo, murieron los cantos en los picos de los pájaros, y las nubes en lo alto de los cielos, y las hojas en las ramas, y las risas en los niños. Ahora todo es silencio, ahora todo es gris. Un gris cada vez más negro, y en esa negrura tu rostro se desvanece, las facciones se desintegran, se opacan, se inundan en la penumbra de un cerebro exhausto y un cuerpo añejo. Ahora olvido el color de tus ojos, no recuerdo la textura de tu cabello, ya desconozco el olor de tu piel, perdí el registro del sabor de tus labios. Por eso hoy te digo, con el dolor en el alma, que no voy a luchar más. Dejaré que la negrura se lo lleve todo, que se lleve tus labios, que se lleve tus ojos, que se lleve tu piel. Dejaré que te vayas, dejaré que te lleves la tristeza de mi voz, que te lleves el insomnio de mis ojos. Llévatelo todo y déjame caminar por el último tramo de mi vida. Deja que extienda mis alas una vez más. Déjame olvidarte por un momento.

 
 
 

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